Actores de papel moneda
José Luis Carrillo Hernández.
Es la cultura y el arte lo más damnificado de este sexenio, pues apenas llega a la mitad la administración del gobernador Rubén Moreira y la cultura navega en un naufragio total. Fragmentada tras el oleaje de la ineptitud y el uso indiscriminado de los recursos para favorecer una política electorera y sectaria, que gasta grandes sumas en el aparato publicitario y burocrático siguiendo el calendario electoral.
Esto no es privativo de las bandas tricolores, también de sus muy afines panistas, entre ellos los bufones burócratas culturales que sirvieron histriónicamente al priismo en un pasado muy reciente y ahora los vemos luciendo sus camisas azules y en los desfiles personificando a su ex presidente Felipe Calderón. Qué triste papel el de un actor chapulín, como muchos otros que ayer tuvieron su mejor papel en el PRI y ahora lo tienen en el PAN, que linda, distinguida y nítida ideología tienen estos artistitas de libreto de papel... de papel moneda.
Pero señores actores no se sientan únicos, pues en esa legión de actores no están ustedes únicamente, también la componen toda la clase política y burocracia cultural de los tres niveles de gobierno, y no sólo ellos, para que esta obra de terror y suspenso en que han convertido la vida y al estado mexicano, han requerido de la participación estelar de los empresarios y comerciantes deshonestos y explotadores que han construido sus capitales y sus negocios a partir de obscuras asociaciones al amparo del poder político, la historia nos da un catálogo extensísimo de estos casos desde el México de la invasión española a la fecha.
Todos estos factores han dado como resultado este producto inconsciente, enajenado, engañado, envilecido, idiotizado, profundamente mediatizado, el mexicano, el que responde sólo en términos de ver, comer, beber, trabajar y reproducirse, secretando contaminantes, degradantes y llenos de enfermedades, violencia y muerte. Desafortunadamente los más fuertes de éstos, la clase política, se convierte en los capataces, sirviente y lacayos al servicio de quien ha marcado éste muy desafortunado rumbo incierto.
Así en lo local podemos visualizar quiénes son esos agentes putrefactos de la sociedad, que perfuman y adornan sofisticadamente sus lenguas y vestidos en un vedettismo teatral de la escena política que pretende siempre estar cerca de los recursos públicos y los negocios que ésto genera, poco les importa que desde el exterior se dirija nuestra economía, menos que se envenene alimenticiamente a la población, nada les importa el saqueo de los recursos de la nación si ellos son los socios locales del imperio financiero que en manos de unos cuantos dominan el mundo y que nace del saqueo, la esclavitud, la sangre, la muerte y la explotación de nuestros pueblos que se da desde el arribo de españoles a nuestro continente, hace más de 500 años.
La Maldición de la Malinche aun corre por el aire y la llevamos en nuestros genes, fruto de la violación, avaricia y la obcecación por la riqueza y el oro de un seferdísmo camaleónico llegado de la península ibérica, todos al igual que los de Inglaterra, Holanda y después Estados Unidos, descendien-tes de aquellas tribus nómadas semitas fundadoras de la antigua babilonia.
Es triste ver como el arte y la cultura se ha convertido en un lastre para la clase política, pues siendo el origen y camino de la humanidad hoy no entiende su significado, es así como es visto como cosa rara que no es negocio ni rentable, algo incómodo y superfluo que no deja votos o suficiente dinero. A las trasnacionales que maquilan en México no les interesa, mucho menos a la banca, lo que quieren es mano de obra barata, quieren que sigamos hipotecando al país con créditos usureros impagables que van a parar a los paraísos fiscales en cuentas personales de nuestros políticos ladrones que son la gran mayoría y de todos los colores.
En esta representación macabra, de demagogia, miseria, corrupción, sangre, violencia y muerte todos tenemos nuestro lugar, y el pueblo está como público, en silencio, sin voz en su lugar, aterrado y muerto de miedo. |